Escribiendo este artículo no deja de sorprenderme el hecho de haber conseguido ese mínimo equilibrio estable en la startup a partir de una idea que nació con varios A3s y rotuladores de colores en el patio de mi casa del pueblo.
Ha pasado mucho tiempo desde el ensayo de un entrepreneur, artículo que escribí en los primeros pasos de comenzar esta aventura del emprendimiento, sinceramente no sabía si habría un segundo artículo, el de la confirmación, ese es el motivo real, si algo he aprendido en estos últimos años es que la variable riesgo es la que adquiere más peso dentro de la ecuación del emprendimiento.
La capacidad de asumir riesgos es la clave en este mundo de innovación y startups, ni yo mismo sé a día de hoy que es lo que he hecho realmente, los que me conocéis sabéis que soy un innovador innato, pero os reconozco que el riesgo era y es extraordinariamente alto, que a día de hoy la microempresa sea sostenible, y aporte valor a la sociedad, para mí es todo un logro del que estoy muy orgulloso.
Y a día de hoy no sé incluso si habrá un tercer artículo, el de; ¡Lo ha petado!, espero y deseo escribirlo con todas mis ganas.
Durante estos años he notado un cambio extraordinario en mi manera de pensar, como os comenté en el ensayo, lo más difícil es romper la mentalidad de asalariado a emprendedor, desde el colegio nos educaron a ser empleados, trabajadores, pero no empresarios.
Recuerdo perfectamente el día que nuestro profesor del colegio nos preguntó en clase ¿Qué queríamos ser de mayor? ¿Qué trabajo queríamos desarrollar? Todos los niños respondían profesiones habituales, bombero, policía, arquitecto, ingeniera, enfermera, economista, en mi caso respondí arqueólogo, me encantaba la idea de viajar a lugares remotos y explorar para encontrar tesoros milenarios, coleccionaba minerales por aquel entonces.
Quizá el error de base comienza desde este inicio, nuestro profesor nos debió preguntar ¿Qué empresa queréis montar cuando seáis mayores? Recientemente me di cuenta que desde prácticamente mi niñez hasta los 36 años, mi mentalidad había sido la de empleado, la de trabajar por los sueños de otro, no por los míos.
Cómo empleado mis aspiraciones, eran como las tuyas, ganar una nómina más alta, y escalar en la carrera interna de la empresa, pasar de consultant, a senior consultant, de senior consultant, a manager, de manager, a head of, de head of, a director, de director, a senior director, y de senior director a chief innovation officer (CINO).
Sí ; ) el que me conozca sabe que hubiera apuntado siempre a por la posición de CINO, me viene de formación profesional.
Ahora cómo empresario e innovador mis aspiraciones no tienen nada que ver con mi nómina o título o posición, lo que me motiva es la manera de crear valor real a la sociedad, de generar una estructura, de crear un activo, de innovar continuamente en un loop infinito, la mentalidad es la de ver cómo hago para que mi activo adquiera a lo largo del tiempo más y más valor en todos los niveles, que me invento hoy para que esto suceda.
Para llegar aquí las dimensiones son mucho más complejas que la simplicidad de quiero llegar a 8000€ de salario y ser director de no sé qué departamento, la experiencia empresarial es más compleja y multidimensional, tampoco se puede resumir todo a ¿Cuánto vale mi microempresa? Es un ejercicio mucho más complejo y holístico en el que entran todo tipo de variables aparte de las económicas.
Lo que aquí os cuento es la historia de un fracasado de un auténtico fracasado, que fracasó estrepitosamente en sus últimos 5 años como empleado, un fracasado que siempre priorizó sus valores a las situaciones adversas que me tocó vivir desde muy joven.
Mi consejo es que si te ves en la disyuntiva entre elegir tus valores o pasar al lado oscuro, elige siempre a tus valores, sin estos en unos años, no sabrás ni quien eres, estarás completamente deshumanizado y perdido.
Destaqué mucho como empleado y en muchas “skills” diferentes, cuando me refiero a fracaso no me refiero a que fui un mal trabajador, o una persona no válida, ni mucho menos, todo lo contrario, el que me conozca lo sabe, fracasé en entender cómo funcionaba el juego y las reglas.
Fui un completo inepto al pensar que el éxito como empleado dentro de una empresa se basaba en una meritocracia idealizada junto con el trabajo duro, desde la perspectiva de mis 40 años, entendí que el éxito siempre estuvo ligado a cómo te movieras dentro de la organización, a quien conocías para acceder a la cadena de favores, y al todo vale para conseguir tu objetivo, ya fuera legal o ilegal, moral o inmoral.
Si te fijas en la moraleja de la serie del juego del calamar, a pesar de que el juego ofrece una oportunidad aparentemente igualitaria a todos los jugadores, a lo largo de la serie vemos como el triunfo tiene poco que ver con la habilidad y más con el azar o el abuso de cualquier ventaja sin consideración de ningún tipo.
La serie ilustra muy bien la falacia de la meritocracia sobre la que construye el marco ético social y económico dentro de muchas medianas y grandes empresas, se trata de un sistema perverso por naturaleza.
Nunca me moví bien en este terreno, nunca entré a jugar en ese juego, sencillamente porque no quería, y no me interesaba, mi personalidad me lo impedía, quizá por ese motivo siempre fui tan diferencial y revolucionario en mis planteamientos.
Si hubiera sido un personaje del calamar, directamente o no hubiera jugado, y de haber jugado me hubiera tocado el de la máscara negra, el «orchestrator», en ninguna de las dos opciones me hubiera sentido cómodo, sencillamente esa no es mi misión.
Del mismo modo os aseguro, que sólo desde el profundo fracaso puedes llegar al éxito, es más me pregunto que si no hubieran sucedido esos fracasos, nunca hubiera tenido la sensación de alcanzar el éxito genuino, con perspectiva, ahora los veo con un prisma de agradecimiento, o como un paso obligatorio que debió pasar para llegar a donde estoy.
Y nos preguntaremos ¿Qué es el éxito? Para aquellos que continúen con la mentalidad de “yuppies” de los noventa (que tanto daño hizo y hace a varias generaciones), el éxito se basaba en tu capacidad para recibir la mayor suma de dinero por tu trabajo, en proteger el status quo, en el ascenso en la escalera social, en realimentar tu ego continuamente en una comparación con los demás dentro de un entorno, aquí el éxito se basa en lo que los demás ven en ti desde afuera.
Ahora mi interpretación sobre el éxito es mucho más complejo y polidraédico, el éxito no está basado en lo que piensan los demás de ti, si no en lo que tú piensas de ti mismo desde adentro. Es algo interno, no viene desde afuera. El éxito es la calidad de nuestras vidas, no sólo la cantidad de nuestros logros.
La confirmación como emprendedor no se refiere a que facture 4 millones de euros, ni que Andreessen Horowitz me haya llamado la semana pasada para hacer una ronda de 3 millones, viene por la conjunción y alineación de varios elementos a la vez que refuerzan en creer en lo que estoy haciendo.
Viene por encontrar el equilibrio entre todas las variables, haber conseguido un negocio estable y sostenible, con un nivel de innovación extraordinario, es decir, que sigamos adelante dentro de un entorno tan inmaduro y poco profesionalizado como el de nuestro país, roza prácticamente el heroísmo, parafraseando al maestro Andrés Pedreño.
No quiero ser un héroe, ni nunca lo quise ser, quiero que en mi país tanto en el sector público como privado se creen los ecosistemas necesarios, para cambiar la heroicidad por la practicidad de un país que sabe lo que quiere y que dispone de los medios para hacer que ocurra.
En este punto de mi vida, para mí el trabajo, dejó de ser trabajo, no tengo la sensación de estar trabajando, de verme en una obligación o una carga, o en situaciones sobrevenidas fuera de control, me siento muy liviano, muy ágil con la actividad del día a día, cuando tienes esta sensación es un superpoder extraordinario, trabajar por un propósito en lugar de un salario o una posición lo cambia todo.
Ese simple cambio de configuración y de mentalidad me ha hecho alcanzar unos grados de satisfacción muy altos, y este intangible no tiene precio, no sé cómo explicarlo, no va asociado a un salario o a cobrar más o menos, se trata de crear un ecosistema emocional positivo dentro de tu empresa, en el que la magia sucede de manera natural, y no hay truco.
No descarto convertirme en un “serial killer” de estos que montan 10 ó 20 startups a lo largo de su vida, con todo lo que he aprendido hasta la fecha, y sobre todo lo que me queda por delante, a futuro me encantaría dedicarme a la inversión profesional y ayudar a otros innovadores con la experiencia adquirida, sinceramente, no creo que me jubile, estaré vinculado a la actividad de startups y de la innovación de algún modo u otro y con varios roles diferentes.
Pero de momento, estamos muy orgullosos de ganarnos las lentejas con un sistema de Inteligencia Artificial generativo para la creación de modelos de negocio de startups, y os aseguro que queda vizologi para rato, esto no ha hecho más que comenzar, y lo mejor está aún por llegar.