Se cumplen veinte años desde el primer duelo que enfrentó a una mente maravillosa, la del ruso Gary Kasparov, contra una máquina casi perfecta, Deep Blue, capaz de procesar 200 millones de jugada por segundo.
A la pregunta de cuántas jugadas podía pensar el ajedrecista en un segundo él respondió que UNA, reconocida dentro de más de 100 millones de patrones almacenados en su memoria.
Desde que en 1997, Deep Blue venció a Kasparov en una jugada magistral de ajedrez, surgió a continuación un movimiento en 1998 denominado Centauros, como la combinación entre la inteligencia humana y artificial. Es decir, aquellos jugadores de ajedrez que se fusionaban con tecnología a través del uso y combinación de hardware, software y bases de datos.
Este hito marcó una frontera a partir de la cual se multiplicaron las posibilidades para jugar al mismo juego. El ajedrez de un modo u otro mutó a un nuevo estado, en el que los equipos actuales, encuentran, combinan y generan nuevos caminos pendientes de ser explorados.
Ni los jugadores de ajedrez han desaparecido, ni tienen menos trabajo. Sobre todo se aprendió que la mejor manera de entender un gran salto de desarrollo es a través de una fusión natural. La colaboración con la tecnología brinda nuevas oportunidades que amplifican las capacidades humanas, desde el individuo hasta la red colectiva y social.
El potencial humano en términos de creatividad, adaptación e intuición unido a la robustez tecnológica basada en consistencia, objetividad y precisión nos lleva a un nuevo estado en el que se aumentan las aptitudes y se perfeccionan las cualidades tácticas y estratégicas, incurriendo en menos errores y más aciertos.
La carrera por la Inteligencia Artifical acaba de comenzar y no es porque antes no existiera, sino por el tremendo salto computacional que han brindado los procesadores GPU desarrollados en la industria del videojuego, unido a grandes movimientos de partnership empresariales entre IBM, Microsoft, Google, DeepMind, Facebook y Amazon.
Partimos de modelos sociales, en los que que hemos creado humanos-robot para trabajar en tareas comunes, y ahora no sabemos qué hacer con los propios robots que estamos desarrollando para esas mismas tareas a las que nos hemos dedicado los humanos.
El mensaje del miedo se apodera cuando entre todas estas discusiones se puede llegar al mensaje simplista de las máquinas nos arrebatarán el trabajo —qué gran error y desilusión me provoca ver este tipo de manipulaciones mediáticas.
Lo que deberíamos celebrar como un gran salto cuantitativo y cualitativo en el desarrollo y futuro de nuestras sociedades se convierte en un arma de miedo que algunos saben utilizar demasiado bien, respondiendo a intereses propios, no colectivos ni de progreso.
En cada paso de nuestra historia reciente desde la primera revolución industrial, el desarrollo tecnológico ha generado y multiplicado por diez el número de empleos y la diversidad de profesiones. En la cuarta revolución industrial ocurrirá lo mismo, otra tema es que a la velocidad que vamos no estemos preparados para esas nuevas profesiones que ni siquiera existen.
No intentéis visualizar a la Inteligencia Artificial como un ente físico o robótico, entendamos que la magia en este desarrollo no deja de ser invisible e imperceptible. El pop-up que te aparece en tu móvil cuando se hacen las 12 un sábado y Google Now te aviso que va a salir el último tren para tu casa, es el más claro ejemplo de lo que nos espera, una transparencia tan inapreciable que sin darte cuenta te llevará a un nuevo nivel asistido.
Ni intentemos generalizar, habrá software de inteligencia artifical de propósito general y otras muy especializadas, que prácticamente abarcarán su radio de acción a cualquier sector industrial o profesional.
Lo más interesante es que en los próximos veinte años vamos a tener una gran diversidad de mentes muy diferentes trabajando a nuestro servicio y sin precedente, según avancemos, la inteligencia en sí misma se convertirá de la noche a la mañana en una gran commodity.
Pedro Trillo, Maverick en vizologi.
vizologi.com