Impresiones y pensamientos en 3D

Se cumplen 10 años desde que tuve mi primera experiencia con una impresora 3D. Fue en un estudio de arquitectura e ingeniería en el que descubrimos la posibilidad de trabajar con máquinas capaces de imprimir diseños en tres dimensiones.

Por aquel entonces el precio de la impresora rondaba los 36.000 € y tardaba alrededor de 30 horas para imprimir una maqueta de 80 x 60 cm, utilizando un material muy parecido al yeso que se moldeaba por capas.

Cada día al acabar el trabajo podías ver a 3 ó 4 personas mirando como trabajaba la máquina, no acabábamos de creerlo.

Diez años después en China se imprimen estructuras de casas reales en menos de 3 horas y se ha conseguido imprimir órganos, comida, ropa, vehículos y cualquier utensilio que puedas imaginar.

La cuestión está en ¿qué podrán hacer estas máquinas en los próximos diez años, una vez que se abaraten los precios y se incremente las capacidades de procesamiento y estén camino de convertirse en el próximo electrodoméstico que compremos?

Sin duda alguna, la reflexión pasa por entender el paso evolutivo en torno a la creación y materialización de consumibles, en la que los ciclos de vida de producto se transformarían hacia un modus operandi de autoconsumo individualizado y personalizado.

Se pasaría de la cadena de producción industrial basada en el diseño, fabricación, distribución, marketing y monetización hacía el modelo individualizado en el que se compra el diseño y el material para aplicarle una capa de personalización y en el que su fabricación se basará en la impresión que puedas hacer con la máquina en tu casa.

Cabe destacar que recobrarán importancia las materias primas así como los avances en la investigación de nuevos materiales biodegradables y reciclables, prestando especial atención al valor que puedan alcanzar en el mercado.

La primera acción de compra del consumidor pasará por adquirir el material directamente aplicándole un diseño, en lugar de realizar la compra del producto finalizado y a través del punto de venta.

Quizá no haría falta ni la compra de la impresora dentro del marco de las economías colaborativas. Podría suceder que las fábricas tal y como las conocemos hoy se transformasen en centros de producción de productos personalizados en los que el usuario envíe su diseño a imprimir de forma remota y espere en su casa a la entrega del producto a través de un dron de los que usa Amazon para su servicio Prime Air.

Es este escenario, el diseño se posicionaría como la pieza clave del sistema de valor del producto. No hay que esperar 10 años para entender que a día de hoy la mayor empresa del mundo en facturación y beneficios posiciona su valor en el diseño. Apple, así como la visión de Steve Jobs, plantearon y entendieron esta ventaja competitiva que perdurará en las siguientes generaciones.

¿De qué manera trabajarán las grandes marcas del retail como Zara, Ikea o Walmart?

A priori la reconversión pasaría por vender los diseños y personalizaciones, pero tal y como están pensadas las organizaciones económicas actuales no sería un valor suficiente para sustentar las estructuras de estas compañías, sus fábricas y puntos de venta podrían migrar hacía modelos de entrega de producto bajo demanda.

A la vez pueden surgir plataformas de individuales en las que se compartan y comercialicen diseños y en la que cada usuario pueda ser diseñador, productor y consumidor a la vez, pasando a un entorno del valor de la marca unipersonal.

Que duda cabe que se abre un nuevo mundo de posibilidades y experiencias a nuestro alcance, en lo que culturalmente se denomina en inglés DIY (do it yourself).

Pedro Trillo, Maverick en vizologi.

vizologi.com

Deja una respuesta