Entre «startaperos» anda el juego.

Foto de Annie Spratt en Unsplash

Contexto de la situación.

En un lugar del Mediterráneo, llamado Alicante, asistí a un congreso de tecnología, siempre que puedo intento ayudar a mi ciudad, de la manera que dispongo y con los recursos que tengo, creo firmemente en su tremendo potencial para convertirse en uno de los nodos tecnológicos y de innovación en España, ya que reunimos todas las condiciones para alcanzar el éxito.

Nos falta que salte la chispa, todo lo demás lo tenemos preparado, es la sensación de haber montado la boda, pero todavía no ha llegado la novia.

Soy de una generación de telecos que emigraron fuera para poder desarrollar mi carrera como profesional, y soy de los pocos que tenía clarísimo que iba a volver, lo que un día nos echó de la ciudad, ahora nos atrae, el escenario ha cambiado totalmente, y no creo que exista un lugar mejor en España para desarrollar tu proyecto tecnológico o startup que Alicante.

Estoy muy orgulloso de ser Alicantino, de nuestras costumbres, de nuestro carácter mediterráneo, y de nuestra manera de vivir que nos hace únicos en el mundo, tenemos la calidad de vida con la que todos sueñan; Nosotros lo tenemos de serie, sin ningún esfuerzo, tenemos un alto nivel de calidad de vida en cualquier aspecto, y no sólo por nuestro sol y playas.

Al hilo del congreso tecnológico, presencié una mesa abierta desde el respecto que me merecen cada uno de los conferenciantes, sin embargo hubo uno de ellos que pienso que estuvo muy desacertado, un economista, de los que salen los sábados por televisión en «prime time», con cierta popularidad y nombre a nivel nacional, en mitad de su Speech se refirió con bastante desdén a aquellos que montamos startups como “startaperos”.

Resumiendo la situación, os comento mi percepción; Se refirió de manera despectiva a aquellas startups que estamos entre 1-10 trabajadores, exponiendo que él no quería «startaperos», lo que quería eran empresas de 20 a 30 trabajadores con inversión fuerte para poder crecer hasta los 50 ó 100 trabajadores y así desarrollar una rica economía creciente y saludable, aludiendo a que los «startaperos» no aportábamos en ese objetivo económico o político.

Quizá no me pilló bien ese día, pero vaya, me sentí que yo era un “startapero” y no me gustó el modo despectivo, no me gustó especialmente como se refirió a nosotros en público, y creo que más de uno de los que estábamos presentes tuvo la misma sensación.

Definición del problema.

Lo habréis escuchado un millón de veces, en cualquier medio, interlocutor, o debate, el problema de España es que no tiene empresas medianas fuertes, disponemos de grandes multinacionales que son la envidia de cualquier país, y tenemos un tejido productivo totalmente mayoritario de autónomos y pequeñas empresas.

Pero donde fallamos es en nuestras empresas medianas, aquellas que están entre 20, 30 trabajadores, con facturación de entre 1 a 3 millones, aquí es donde todos los analistas económicos coinciden que es donde tenemos el problema de competitividad.

Yo voy unos pasos más atrás, para mí el problema está en las fases anteriores, primero en cómo gestionamos talento en nuestro país y segundo como desarrollamos la innovación desde la semilla.

Siempre lo he tenido muy claro, mi proyecto empresarial se desarrollaría en un ámbito local, en el que me he criado, no tiene sentido invertir en el desarrollo de talento en nuestro país, si de éste se aprovechan los Alemanes, o los Británicos.

Hay un fallo grave de configuración en nuestro país, hay un fallo muy grande en cómo entendemos el talento, cómo lo gestionamos, y cómo lo desarrollamos.

Que un chico con tres carreras superiores tenga que viajar a Bruselas a descargar camiones como mozo de almacén, es una señal grave de un fallo de sistema en nuestro país, en el que todos tenemos que reflexionar sobre lo que está pasando, y sobre todo como corregirlo.

Respecto a la innovación, no creemos en las semillas, no plantamos plancton en nuestros ecosistemas, no tomamos riesgos como sociedad, ninguneamos a nuestros “startaperos”.

Funcionamos con balas de plata, sin haber trabajado el plancton, destinamos cualquier mínimo esfuerzo por parte de la administración pública para esas empresas medianas, en un entorno llamémosle semi-industrial donde esperamos que la innovación suceda desde un prisma de riesgo cero, con empresas que ya están establecidas y con buena facturación.

Me he peleado mucho para entender las ayudas de innovación que hay en este país, o en mi comunidad, y os puedo asegurar que todo está enfocado a esa clase de empresa, pensamos que la riqueza tecnológica nos va a venir por ahí.

Estas empresas, entre otras actividades, se dedican a la caza de recompensas, a esas ayudas, creándose un gap tremendo entre los medios públicos que se ofrecen vs el resultado final y real de esas innovaciones para el aprovechamiento real del país y de los ciudadanos.

En otros casos, muchas de estas empresas medianas que facturan muy bien, no dejan de ser revendedores de tecnologías americanas, el típico reseller de Salesforce, o integradores de BI, empresas que funcionan muy bien, a nivel de empleo y facturación, pero no sirven para innovar, so saben, no se dedican a ello, son empresas de servicios con un cierto grado tecnológico, pero que no se han concebido para innovar.

La innovación pura se encuentra en muchos jóvenes “startaperos” asociados con proyectos innovadores, disruptivos y de alto valor añadido, pequeñas semillas con unos potenciales en innovación tremendos.

Pretendemos crear ecosistemas, metiendo primero en la pecera a los tiburones, invitando a los atunes, y ninguneando a los boquerones, ningún ecosistema de innovación va a florecer si no te has preocupado de plantar lo más básico, el plancton, sin éste nada florece, esta es la cadena alimenticia económica en innovación, sin boquerones, no hay atunes, y sin atunes no comen los tiburones.

Tuve la suerte de viajar varias semanas por California muchos años antes de comenzar mi startup, me la recorrí entera de cabo a rabo en un toyota, todo me llamaba la atención, pero por aquel entonces yo estaba obsesionado por observar y ver cómo funcionaba de primera mano ese Silicon Valley que tenía delante de mis ojos.

En cada café de San Francisco al que entraba, me fijé y siempre había como mínimo dos mesas que reunían a un “startapero” bastaste jóven con un inversor, en la que fluía un intercambio frenético de innovación, de ideas, de modelos de negocio, de startups y de “startaperos”.

Y sí a la salida de ese café, te encontrabas con el rascacielos de Oracle, si seguías por la carretera hacia San José, te encontrabas las oficinas de Evernote, que son como el edifico del BBVA en pleno Madrid, pero el germen, la semilla, la idea, se cultiva en cada rincón de la ciudad, donde el emprendedor con una idea innovadora rebosa de recursos de cualquier tipo.

Aquí en Estados Unidos, el “startpero” ocupa la posición privilegiada en la escalera social, se le trata y se le cuida como el activo más importante de su país, aquí en España, no sucede, aquí el funcionario es el que está en la cúspide de la escalera social, y al «startapero» lo ninguneamos, lo criticamos, pensamos, qué habrá hecho algo mal, o que no tenía nada mejor que hacer que acabar montando una startup, ¿por qué no ha opositado?

En los países escandinavos ocurre lo mismo, aquél que decide tomar un riesgo alto e invertir en una actividad empresarial con alto grado de innovación recibe innumerables facilidades y ayudas por partes de sus administraciones públicas, allí los “startaperos” son el germen puro de la innovación, allí los dos primeros años de emprendimiento (que son los más duros) los subvenciona el estado, allí plantan las semillas antes de recoger el trigo.

Las posibilidades que te ofrece esta coyuntura son excepcionales, entienden dónde y cuándo deben ayudar, aquí en España los dos primeros años de tu actividad innovadora sirve para que te frían a impuestos, a seguridades sociales, y a pagos por doquier.

Allí comparten el riesgo con su “startapero”, entienden cómo funciona la innovación, y apuestan desde el estado desde cero. Así es cómo obtienen resultados, así es como pasan los “startaperos” de Spotify, a crear no una empresa mediana de 50 trabajadores, sino un multinacional global que cambió para siempre el negocio de la música.

Para llegar a este Spotify, tienes que fallar más de mil veces, con más de mil startups, microempresas compuestas por “startaperos” que arriesgan, y se debe crear el ecosistema para que eso suceda, para participar en esa innovación desde el primer minuto.

Aquí no queremos apostar en esas 1000 semillas, lo apostamos todo en esas 4 grandes, y 96 medianas que no tienen la capacidad de innovar, pero tienen los medios para conseguir el premio dentro de esa maraña burocrática administrativa de concesiones y ayudas a la “innovación”.

Mamby; Es innovación pura, es la primera red social que te paga por publicar contenido, es un proyecto de Tomasz Strzelecki, un “startpero” amigo mío de Alicante, Ficherotecnia, es un startup muy original de una amiga alicantina, que está digitalizando el sector de la construcción, cuando hablamos por teléfono siempre llegamos a la misma conclusión, hemos dedicado un esfuerzo tremendo para solicitar ayudas públicas.

Y no nos ha llegado absolutamente nada, estamos fuera de la ecuación, no existimos para la administración, y aquí es donde se está cociendo la innovación, en estas microempresas, mientras lo público se esfuerza en reflotar esa mediana empresa en un entorno pseudo-industrial caduco, o de servicios de bajo valor añadido.

No se está apostando por la tecnología que nace desde una idea, a las empresas que nacimos digitales al 100%, aquí es dónde falla la cadena, a los innovadores directamente nos están excluyendo del sistema, antes de que suceda la innovación, nos la estamos cargando de raíz.

Porque no entendemos como funciona, preferimos ayudar a una empresa de 40 trabajadores que desarrolle no se que brazo neumático con una cámara que lee objetos, y en la otra mano se nos están escapando, los Mambys, los Ficherotecnias, y los Vizologis.

Conclusión.

Todas las grandes multinacionales que nos rodean a hoy en día, los Amazon, Google, Facebook, hace 20 años no eran más que unos vulgares “startaperos”, 20 años, no estamos hablando de un siglo, lo que ocurre es que estos “startaperos” ya estaban nadando dentro de un rico ecosistema creado, dónde el que tiene una buena idea, dispone de todas las facilidades para desarrollarla.

En este ecosistema de “startaperos”, todo puede suceder, es una cuestión de probabilidad más que de suerte o atino, el suelo es más que fértil, cualquier semilla que plantes, te va a dar resultados.

Cuando comencé mi startup, dí en una red social con una foto que me impactó, se trataba del cuarto año de Amazon sobre el 99, en la foto podéis ver a Jeff Bezos en modo “startapero”, la mayor fortuna del planeta a día de hoy, se encontraba en un despacho que se cae a pedazos, con un ordenador de renting barato, una mesa con un palet, y sobre todo un logo con unas letras con spray que no tienen desperdicio.

A menudo entro a mis fotos y miro cada detalle de esa foto mal tomada, entonces entiendo y asimilo cuál es el valor de un “startapero”, los sacrificios que son necesarios para sacar una idea novedosa adelante, y qué significa la innovación para mí, que no deja de ser otra cosa que hacer realidad una idea, entendiendo el desarrollo de esa idea como una tarea de todos en una sociedad que quiera progresar, no es sólo un asunto de un “startapero”.

Si gestionar innovación es la clave del futuro de los países, y de sus ciudadanos, entendamos que es una tarea de todos, desde el último «startapero» hasta el ministro de innovación, todos debemos trabajar alineados por los mismos objetivos.